miércoles, 8 de febrero de 2012

Las dos caras del ADN



En el apasionante mundo del ADN no todo es color de rosa. Un tercio del genoma humano ha sido generado por la actividad de elementos móviles que llevan moviéndose millones de años. José Luis García-Pérez y su equipo en el centro Genyo estudian "esos trocitos de ADN que se mueven de un sitio a otro dentro del genoma y que de vez en cuando interrumpen un gen provocando una enfermedad genética en humanos, una enfermedad heredable". Estas piezas que se mueven arbitrariamente se llaman retroelementos LINE-1. El objetivo de su investigación es averiguar cómo mantener un genoma estable en células pluripotentes como las células madre para tratar cualquier tipo de enfermedad que se pueda curar con terapia celular, como la diabetes o cualquier tipo de inmunodeficiencia. Significaría abrir una puerta más en la cura del cáncer, la distrofia o la hemofilia. 

"Lo que sabemos a día de hoy", explica el científico, "es que esa expresión en los trocitos de ADN móviles es máxima en células madre". Por ello, en el laboratorio granadino utilizan células madre embrionarias como modelo "para ver cómo se mueven, por qué se mueven y, sobre todo, cómo regular su movilidad". Existe en ellas un mecanismo de defensa natural que bloquea la actividad de estos elementos específicos y protege el genoma contra las mutaciones. 

La investigación del grupo de Biología de Retroelementos LINE-1 que dirige García-Pérez tiene dos componentes. A nivel individual, la presencia de esos elementos móviles es negativa. Nadie querría tener en su cuerpo estos trocitos de ADN móviles por una sencilla razón: "El elemento se mueve a un gen, fundamental en un proceso biológico, y lo estropea generando en ocasiones enfermedades genéticas. Ocurre con una frecuencia que no es muy alta, pero ocurre". 

Sin embargo, la otra parte del estudio tiene en cuenta cómo influye en la especie. En este caso es positivo, "porque permiten que el genoma no sea una cosa estática. Si lo fuera, no podríamos responder ante los estímulos de fuera". García-Pérez pone un ejemplo: hay un grupo de monos en Sudamérica que no se pueden infectar del equivalente del virus del sida en primates "simplemente porque un trozo de elemento que se movió cuando se movió se metió dentro de un gen que hizo que se expresara de otra manera y les concediera resistencia a la infección por el virus". A nivel de especie, subraya, los retroelementos LINE-1 "permiten adaptarnos a cambios en el medio ambiente".

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